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La histeria es cosa de hombres
Las mujeres dicen que ellos evitan los encuentros íntimos y que un recurso que históricamente les funcionó muy bien a ellas –el “te caliento pero no te toco”– ahora es de uso corriente en el universo varonil.
Antes el cuento era largo, pero ahora es así: un hombre y una mujer se gustan, se encuentran, se sacan chispas en la cama y hablan del futuro mientras se ponen la ropa. Luego él se despide con una caricia y un “te llamo” y ella se queda haciendo planes sin imaginar –o sabiendo a la perfección– que no volverá a verle ni la sombra. Es decir que el cuento, en la actualidad –lejos de las historias de príncipes y perdices–, es endemoniadamente corto, una especie de mal chiste que va en aumento (lo dice cualquier soltera) y que las mujeres exorcizan al grito de “los tipos están cada vez más histéricos”. ¿Será que una mujer rechazada es capaz de inventar cualquier coartada? ¿O será, efectivamente, que el “sí pero no” –un clásico de la mente femenina– se está transformando en el nuevo latiguillo del universo varonil?
Para Fabio Fusaro, autor de varios libros de autoayuda para varones (entre ellos Mi novia. Manual de instrucciones) la histeria masculina directamente no existe. “El llamado ‘hombre histérico’ es en realidad un tipo que se cansó de la histeria femenina y está tomando medidas para combatirla” argumenta (ver recuadro). Pero el psicólogo y sexólogo Ezequiel López Peralta no opina lo mismo: él dice que los hombres han cambiado. “Es indudable que están más histéricos que hace algunas décadas –asegura–. A diferencia de otros tiempos, hoy ‘lo masculino’ y ‘lo femenino’ no se expresan de modos tan distintos.”
DESCONCERTADOS. Según el mismo Sigmund Freud, histéricos hubo siempre: la historia abunda en casos de varones que gozaban (y gozan) arrastrando consigo un deseo insatisfecho. Don Juan, el burlador de Sevilla, se hizo famoso por pedir la mano de cientos de mujeres y luego desaparecer como un ratón. Casanova ni siquiera invertía tiempo en versos: las seducía y después se hacía humo. “Los compulsivos sexuales han sido estudiados desde hace tiempo por la sexología –advierte Cristina Tania Fridman, socióloga y especialista en educación sexual–. Lo que sucede es que los mitos no desaparecen, sino que se transforman. Hoy hay profesionales que enlazan la histeria con la feminización del hombre; no sé si estoy de acuerdo con eso. Lo que sí es cierto es que ahora los varones están empezando a preguntarse si tienen que seguir con el mandato cultural de estar ‘siempre listos’ con una mujer.”
¿En qué momento empezaron las preguntas? Muchos creen que un punto de inflexión es la década del 90, cuando se consolidaron los cambios en los roles de género: las mujeres empezaron a pisar más fuerte y los hombres quedaron con el rabo entre las patas. “Desde los 90, los varones asisten a un replanteo de la masculinidad y a un desconcierto que todavía no se ha resuelto”, advierte el sexólogo López Peralta.
Lo que López Peralta no dice es que, para una mujer, no hay nada más desconcertante que un hombre desconcertado. “Hoy, estar con un tipo es como estar frente a un plato de cangrejos. ¿Con qué los comés? ¿Con cuchillo? ¿Con la mano? Al último lo conocí en el cumpleaños de una amiga. Hablamos toda la noche, me pidió el celular, el teléfono de mi casa, el e-mail, me preguntó si chateaba por messenger, ¡hasta me preguntó si tenía Facebook! Esa noche me llevó a mi casa, apretamos un poco en el auto, pero después no pasó más nada. ‘Nada’ quiere decir que ni siquiera me llamó para coger” (María Florencia, 29 años).
“Conocí a un tipo por chat: divino, familiero, separado, antes de conocernos hasta me mandó por e-mail las fotos de sus hijos. Nos vimos, llegué toda encremada, perfumada, maquillada, depilada; la pasamos bárbaro en la cama, en el pospolvo me dijo que tenía una casa en Pinamar, que podíamos ir un fin de semana. Bueno, después de ese día, no lo vi más” (Mariela, 35 años).
“Salimos quince días, él me llamaba todo el tiempo, me preguntaba si lo quería, me hablaba con diminutivos, en fin: un bombón. Una noche me invitó a cenar, me esperó con velas, me cocinó un pollo a la cerveza, muy lindo todo, y al día siguiente me dijo que mejor cortáramos porque él no estaba enamorado” (Silvina, 30 años).
El fin de semana pasado, una crónica de la revista C contaba cuáles son los rebusques masculinos del levante. Dentro de los “trucos infalibles” estaba el uso de crema autobronceante y la puesta en práctica de este lema: “El mayor afrodisíaco para una mujer es decirle ‘no’”. “Si te hacés rogar, seguro que subís un par de puntos”, confirma Martín Albamonte, cofundador de la primera Escuela de Seducción para hombres de Latinoamérica.
El sexólogo López Peralta está convencido de que estas “rogativas” arrastran una historia (o histeria) profunda. Muchos varones seducen sólo para confirmar que siguen siendo atractivos; otros juegan al “ring raje” porque tienen pánico al compromiso futuro y en tercer lugar están los que temen una falla en la mecánica sexual. Ante la posibilidad de “fracasar” en la cama, evitan al colchón. “Hay pacientes que me dicen: ‘Prefiero quedar como cobarde o histérico, pero no como poco hombre’”, advierte López Peralta.
Por último, y contra cualquier teoría, Martín Albamonte le encuentra a la histeria un origen más práctico. “Yo desaparezco por razones muy básicas. Por ejemplo, muy pocas mujeres practican bien el sexo oral. Y ésa es una divisoria de aguas al momento de volver a aparecer.”
–¿No creés que, si le das tiempo a la relación, ella podría “mejorar”?
–Bueno… Eso separa a los hombres optimistas de los pesimistas.
Fuente: Diario Crítica de la Argentina
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